iPhone, 20 años después

iPhone, 20 años después

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iPhone, 20 años después

9 de enero de 2027. Suena la alarma del despertador en mi iPhone, así que me levanto de la cama con 42 años recién hechos (y en los que prefiero no pensar) y la apago. "Hoy cumples veinte años", pienso mientras miro al teléfono. Las luces de mi casa se encienden automáticamente tal y como le tengo dicho a Siri que lo haga. El asistente también se ha encargado de que los radiadores lo hayan hecho hace una hora, para adecuar la temperatura de mi casa y no congelarme.

Me pongo mis gafas, que ya están cargadas. Son unas Apple Glasses de tercera generación que ya tengo desde hace un año. La montura imita a las clásicas gafas de pasta, pero la miniaturización de la tecnología que empezó con los antiquísimos AirPods ha hecho que dentro de ella haya todo un sistema. Me pongo también mi Apple Watch, cuyo volumen se ha reducido a mínimos y parece más una pulsera que no un reloj. Empieza otro día más en mi vida.

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Un mundo de wearables

Gafas

Las Apple Glasses me las vendieron en la óptica de confianza de mi ciudad, que se encarga de graduarme los cristales que le suministra Apple. Si no tuviera esta miopía galopante podría haberlas comprado sin graduación alguna en la Apple Store. Pero de cualquier modo, estas son las gafas que produjeron otra "revolución" en Apple hace ya unos años.

Le hablo a la nada mientras voy al baño. "Siri, dime qué tal tengo el día". Las gafas reaccionan, y los altavoces que tengo en la parte trasera de sus patillas cerca de mis orejas empiezan a sonar.

Tienes un vuelo a Londres para ir a cubrir una rueda de prensa. No hay retrasos, así que despegas en tres horas. El taxi de Uber llegará dentro de una hora para llevarte al aeropuerto. He confirmado la reserva que tienes en el hotel. La temperatura aquí es de 5 grados pero en Londres es de -4 grados. Será mejor que te abrigues.

"Vale, Siri", pronuncio mientras me hago el café. "Recuérdale a mis padres que es hoy cuando voy a Londres y vuelvo mañana. Y pide otro Uber que me lleve del Aeropuerto al hotel de Londres para cuando haya aterrizado. ¿Algún mensaje importante?"

Mensaje a tus padres mandado. Petición a Uber enviada. Tienes un correo de Pedro Aznar con el asunto "Recordatorio para la rueda de prensa". ¿Te lo leo?

"Sí, por favor". Desayuno mientras escucho el mensaje y dicto una respuesta. Mientras me preparo, en las gafas van apareciendo los titulares de las noticias del día acerca de las temáticas que yo le tengo dicho a Siri que me muestre. Rumores sobre la jubilación de Tim Cook, otra vez. Los analistas empiezan a ponerse pesados con el tema.

Salgo de casa. Mi puerta se cierra sin llave con un pomo electrónico. Las luces y los radiadores se apagan solos. Salgo al portal. Tengo la opción de ver la casa mediante una cámara de seguridad conectada a HomeKit en todo momento. Y en cuanto vuelva mañana por la tarde sé que abriré la puerta y me encontrare las luces abiertas y el apartamento a 21 grados.

Atención, el próximo coche que va a doblar la esquina y pasará por delante es tu Uber.

Siri, la interfaz para todo

Tesla Interior

Cojo las maletas y sonrío mientras veo que un Tesla eléctrico se detiene a mi lado. En el asiento del conductor no hay nadie. "Qué bien les ha ido integrar la plataforma de conducción autónoma de Apple", pienso. En mis gafas se muestra el resumen de mi trayecto y la instrucción de acercar el Apple Watch al pomo de la puerta trasera, que se reconoce y se resalta en mi campo de visión gracias a las gafas. Éste se desbloquea automáticamente y emite un sonido agradable que me da la bienvenida mientras entro en el coche. Siri vuelve a hablarme detrás de la oreja:

Llegaremos al aeropuerto en unos 25 minutos. A estas horas aún no hay tráfico en la Ronda de Dalt, así que podemos ir por allí sin problemas. Cuando llegues a Londres tendrás un Uber esperándote en la terminal de llegadas como has pedido antes.

Pienso en cómo Siri me ha dicho que "llegaremos" y no "llegaré" al aeropuerto. Apple quiere que veamos al asistente, que ya se ha convertido en la mejor forma de comunicarnos con nuestros dispositivos, no como algo impersonal propio de un aparato sino como "alguien" que nos acompaña. No es ni mucho menos esa conciencia propia de la película Her, pero desde luego consigue que no nos sintamos solos en ningún momento.

Llego al aeropuerto. Bajo del coche. En mis gafas, un resumen del pago que se ha hecho automáticamente y bajo pre-autorización usando Apple Pay.

Tu vuelo se ha retrasado 15 minutos, Miguel, pero Vueling me ha dicho que es un problema menor y que no va a alargarse demasiado. Tu puerta de embarque es la 43L. No hay mucha cola en los arcos de seguridad, así que vas muy bien de tiempo.

"Pues mira, Siri, dile al Starbucks que haya más cerca de esa puerta de embarque que me vaya preparando un latte pequeño con azúcar de caña". Si voy a tener tiempo, puedo ir avanzando trabajo mientras espero al embarque. Las gafas me muestran flechas en el camino para indicar hacia dónde tengo que ir por la terminal de salidas. El estado de mi vuelo se muestra permanentemente en un rincón de mi campo de visión.

El fantasma de los Mac del pasado

Mac Starbucks

Cuando llego al Starbucks ya tienen preparado mi café. Mis gafas, usando realidad aumentada, me lo señalan en la barra y muestran al lado la información del pago. Lo cojo y me siento en una mesa. Abro mi mochila y saco mi iPhone junto lo que parece que es un MacBook. Pero no es un MacBook. Es una especie de portátil ultrafino, pero vacío por dentro. No hay procesador, no hay memoria, no hay GPU. Sólo hay una pantalla, un teclado y una batería en su interior.

Los ordenadores son ahora un accesorio de nuestros teléfonos

Es el fantasma de lo que era antes un portátil. Ahora el iPhone es el que tiene toda la potencia de computación, y los ordenadores no son más que accesorios que aportan más pantalla y un teclado cómodo para escribir. Los que todavía los usan es por una pura cuestión de escribir cómodamente, pero el usuario general ya va directamente a los wearables. Pero yo, que vivo de escribir artículos, sigo prefiriendo el teclado. así que conecto ese accesorio a mi teléfono y un macOS completo arranca en él.

Mi iPhone es capaz de ejecutar ambos sistemas operativos sin problema. Y modelos más caros del teléfono incluso se conectan a varios monitores 8K para poder editar vídeo en Final Cut Pro sin problemas. Es increíble la potencia que hemos llegado a alcanzar en los procesadores móviles. Ahora todo el mundo lleva su ordenador de sobremesa y su portátil en el bolsillo.

Me pongo a trabajar con él. Todo se guarda y sincroniza en iCloud, donde tengo varios TB de almacenamiento disponible. Al rato, Siri vuelve a aparecer detrás de mi oreja.

Miguel, tu embarque empieza en cinco minutos. Tus padres te desean un buen viaje y te piden que mandes fotos.

Imágenes | Andrew, Matthias Uhlig, Alexander Mueller
En Applesfera | 13 segundos

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